[Recibido en Español]
[Dios Padre]
Para Mis hijos que viven en el exilio, escribe lo siguiente.
Mis pequeños hijos, hijos de Mi Corazón.
Vuestro Padre os habla para consolaros, para daros Paz, para daros Luz para alumbrar la oscuridad de los tiempos presentes.
Vivís en el exilio, dolorosísimo exilio pues no es tan sólo el no estar aún en Mi Paraíso, en los lugares que os He preparado desde toda la eternidad, unidos en Mi Amor; sino que es el sentiros también exiliados de vuestras familias, de vuestras amistades, de Mi propia Iglesia aún – viviendo como extranjeros, sin lugar propio.
Cuántos de vosotros, hijos Míos, os sentís así, abandonados, olvidados, ignorados y tan heridos. Heridos por el mundo y la envidia de Satanás, heridos por vuestras propias acciones y decisiones.
Hijos, mirad a vuestro Padre. Mirad a Aquel que quiso que existierais – en este momento – para recibir Su Amor, Su Gracia, para aprender a vivir con Él desde ahora para poder vivir con Él por toda la eternidad.
Yo, vuestro Padre, os amo.
Y veo cada esfuerzo que hacéis por complacerme, por amarme. Cada esfuerzo en creerme y seguir lo que os pido. Cada esfuerzo en recibir Mi Luz, a pesar del dolor que os puede causar al ver la realidad de vuestra propia alma y del mundo en que vivís. Esta Luz que después se vuelve vuestra Esperanza y certeza de Mi Amor, que nunca os ha abandonado.
Yo, vuestro Padre, os escucho.
Siempre, hijos. A cada uno. Escucho vuestros reproches, vuestras dudas, vuestras preguntas, vuestras palabras de amor y de agradecimiento, vuestras palabras silenciosas que brotan de vuestros corazones en adoración.
Todo lo escucho, hijos. Todo lo aprecio y todo lo comprendo.
Soy vuestro Padre.
Os hablo para que Me miréis, hijos.
Os hablo para que no Me olvidéis.
Para que recordéis Quién es vuestro Dios, y quiénes sois vosotros para Mí.
Os He dicho que reúno ahora a Mi Ejército, que la Hora en que Mi Voz se alzará cual trueno ha llegado.
Que la trompeta que os llama a que toméis vuestros lugares en Mi Ejército está sonando.
La habéis escuchado en vuestros corazones, y habéis alzado vuestras cabezas al Cielo, habéis vuelto vuestra mirada a Mí. [sonrisa]
Gracias, hijos.
Vosotros que Me habéis escuchado ahora, sin pruebas ni señales visibles, sois como el puñadito de levadura que fermenta a toda la masa.
Me habéis ayudado por años en lo escondido, ofreciéndome vuestros sacrificios, vuestro dolor al verme aborrecido, odiado, olvidado; dándome vuestra Fe, vuestra docilidad y amor. Todas estas ofrendas, hijitos Míos, cada humillación y prueba, las He tomado para ayudar a vuestros hermanos ahora. Nada de cuanto habéis sufrido en Mi Honor, por amor a Mí, se ha perdido. Os He escondido esta labor inmensa en que Me habéis ayudado y habéis ayudado a vuestros hermanos, para quitar las escamas de sus ojos, de sus oídos, y de sus corazones, para que puedan oír nuevamente Mi Voz que los llama.
Mis hijos – os doy estas Palabras Mías cual bálsamo para vuestros corazones, para que recordéis que todo cuanto Me ofrecéis con Amor, con dolor – todo es útil. Vuestra Fe y Mi Acción lo hacen infinitamente útil.
Dadme todo. TODO. Lo recibo en Mi Corazón y ahí lo hago fructífero, salutífero.
Dadme todo vuestro dolor, hijos, la angustia que envuelve a vuestros corazones al ver la devastación de Mi viña.
Unid vuestro dolor al Mío.
Miradme a Mí y no temáis.
Soy vuestro Padre, vuestro Abba, y vuestro DIOS. Y pronto, hijos Míos, vuestro Dios se alzará de tal manera que todo cuanto existe reconocerá que YO SOY DIOS. NO HAY OTRO.
SÓLO YO SOY.
Hora terrible y Hora llena de Gracia.
La Hora bendita, la Hora de la última Misericordia antes de la gran batalla que dejará derrotado a Satanás y sus cohortes, y que abrirá la gran renovación de toda Mi creación – los cielos nuevos y la tierra nueva.
Hijos Míos – tantos de vosotros os preguntáis y tratáis de entender el cómo y cuando de lo que Yo He anunciado en diversas partes y diversos tiempos.
Os recuerdo, hijos, que vuestros actos de Fe y de confianza en Mí son más valiosos y producen mucho mayor fruto para vuestras almas y las almas de vuestros hermanos, que el entender con vuestra razón cuándo y cómo sucederán las cosas anunciadas.
Os pido que os preparéis, que estéis atentos – pero esta preparación y este estar atentos a Mi Voz radica en la FE, hijos. La FE luminosa que envuelve e ilumina a todo vuestro ser, y que os permite verme, reconocerme aún en medio de la más grande oscuridad.
Vuestra FE es lo que necesito de vosotros, Mis hijos. La FE que cree en lo que Yo os digo; que cree que cuanto os digo es Verdad, a pesar de que todo a vuestro alrededor os diga lo contrario; a pesar de que vuestros sentidos os digan algo distinto.
La FE que es ADORACIÓN porque Me da lo que Me pertenece como DIOS y como vuestro PADRE.
La FE que es unión Conmigo, que es el no separar vuestra vista de Mi Rostro, de Mi Amor, de Mi Voluntad.
Esta FE, hijos, es vuestro escudo y vuestra espada en la batalla que se avecina. Yo os He formado, forjado, y lo seguiré haciendo. Os He forjado en el crisol de Mi Voluntad, con prueba tras prueba – fortaleciéndola cada vez más.
Sólo Yo os puedo formar en una FE indómita. Pero necesito vuestra confianza. Necesito que os pongáis, que os abandonéis, en Mis Manos – cada día más que el anterior, cada minuto más que el anterior – dejando que Yo haga y permita lo necesario para hacer de vuestra FE débil una FE invencible.
SÓLO YO, HIJOS.
Dadme vuestra confianza.
Haced a un lado vuestros criterios, vuestras ideas, vuestros razonamientos. Hijos, están contaminados por el mundo y en muchas ocasiones por vuestro propio orgullo instigado por Satanás.
El confiar en Mí quiere decir también que dejáis a un lado todo cuanto creéis que Yo quiero, para poder recibir lo que en verdad Yo quiero.[1]
Permitidme guiar vuestros pensamientos de acuerdo a Mi Luz y Mi Voluntad para cada uno de vosotros.
Hijos, no os pido que entendáis, sino que Me escuchéis, Me recibáis, Me obedezcáis.
En un instante Yo os puedo hacer entender los misterios más profundos. Pero sería tan sólo un don Mío.
Pero Yo quiero vuestra cooperación, hijos, y por esto os pido que caminéis en la oscuridad, en el desierto de los sentidos, en donde todo es niebla para los sentidos, para la mente, porque es aquí que – al confiar que Yo os voy guiando, al obedecer aunque no entendáis y os de temor porque no Me veis y no veis Mi camino – es aquí hijos que Yo os entreno en la verdadera e indómita FE que os une a Mí.
Todas las pruebas que permito en vuestras vidas son para que a través de ellas aprendáis a CREERME, y no tan solo a creer en Mí.
Desenvainad vuestra FE, hijos.
Abandonaos a Mi Crisol y Yo templaré vuestra FE de tal manera que seáis capaces de permanecer de pie en esta Hora que se avecina. Esta Hora que inicia.
FE, hijos, para que Yo pueda actuar.
Yo quiero esta FE radiante en cada uno de Mis hijos. La He encendido en vuestros corazones y He tomado vuestras ofrendas unidas a la Ofrenda de Mi Jesús para preparar los corazones de todos Mis hijos para recibir este don de la FE.
Hijos, no temáis. Tendréis lo que necesitáis para la batalla.
He puesto a cada uno en el lugar en que os necesito. Vuestra primer labor en esta Hora es el estar de pie con vuestra vista fija en Mí. Con vuestros oídos abiertos a Mi Voz. Con vuestros corazones abiertos a Mi Luz. Con vuestra confianza puesta sin titubear en Mi Amor y Misericordia.
No temáis.
Vuestro DIOS VIENE.
CON PODER Y AUTORIDAD.
PARA REESTABLECER SU ORDEN EN TODO LO CREADO.
PARA RESTAURAR TODO LO CORROÍDO POR EL PECADO Y POR SATANÁS.
PARA ARROJAR A LAS SERPIENTES Y A LOS LOBOS DE MI TEMPLO.
PARA RECONQUISTAR A LOS CORAZONES DE MIS HIJOS.
YO, VUESTRO DIOS, VENGO.
AMÉN.
Mi Bendición descienda sobre cada corazón atento a Mi Voz.
Amén +
———-
[1] Lo que percibo en estas palabras es cuántas veces hemos limitado la acción de Dios en nuestras vidas y en las vidas de otros con el obstáculo de nuestra propia voluntad, que cree saber con exactitud lo que Dios quiere y lo que no; lo que Él haría y lo que no; sin realmente preguntarle a Él, sin ver con humildad las limitaciones de nuestro entender ante la inmensidad y profundidad de Sus Planes, de Su Amor. “Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos – oráculo de Yahveh. Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los vuestros y mis pensamientos a los vuestros.” (Isaías 55,8).